El Misterio del Pozo Seco

El Misterio del Pozo Seco

Hace unos años, Pedro, un cliente que me conoce desde que yo era un principante, me llamó angustiado: ¡el pozo nuevo se está secando!

Noté que procuraba conservar la calma, pero eran demasiados palos en poco tiempo: primero su pozo antiguo, con casi 20 años dejó de dar agua por un fallo en la bomba, o eso parecía.

Cuando intentamos sacarla, se atascó y no se pudo ni siquiera con grúa.

Tras mil maldiciones, me imagino, Pedro aceptó la realidad y decidó hacer otro pozo.

Buscamos juntos un pocero, y tras varias entrevistas, se decidió por uno. Quedaron para el Lunes siguiente, tras resolver los asuntos de dinero.

Su pozo antiguo tenia una profundidad de 60 metros y siempre habia dado suficiente agua.

Pedro, un caballero, retirado desde hacia muchos años, habla varios idiomas, y tiene unos modales impecables y una inteligencia brillante que el tiempo no consigue opacar.

Ignoro los detalles de sus finazas, cosa que no importa mucho, pero esto de un nuevo pozo evidentemente no le venía nada bien.

Pese a mi consejo de que no perforaran mas metros que los del antiguo pozo, cuando lo volvi a ver, el Miércoles, el pozo tenía 100 metros en lugar de 60.

Mucho tiempo después, supe que no fue idea de Pedro, sino del pocero, que decidió seguir perforando mientras que Pedro hacia trámites en el pueblo.

Pedro estaba molesto, las cosas se estaban torciendo, pese a ser él un señor que mantenía todas las variables bajo control.

Como si esto no fuera suficiente, el camión del pocero, había roto su portón automático y su precioso y maduro jardín estaba inundado de lodo de preforación.

Le ofrecimos instalarle la nueva bomba gratis y aceptó con gusto. En un jornal bastante largo, conseguimos instalar su bomba nueva y, por las dudas, cuadro de protección nuevo. Asi tendríamos la certeza de que nada podía fallar…

Y todo funcionó bien. Con un caudal de acuerdo a lo calculado y la presión correcta. El consumo estaba dentro de lo normal, ajustamos el relé a los amperios reales y todos felices. Hasta que me dice lo de que el pozo se estaba secando.

Mi primer pensamiento, fue en la madre del pocero (¡perdón señora!) ¿habria perforado un sustrato impermeable?.Pero, me dije, dejémonos de imaginar, y fui a ver el sitio.

Todo parecía normal a primera vista, salvo que el dueño estaba mosqueado.

Compruebo los amperios: dentro de lo normal.

Como no uso reloj desde hace muchos años, le pedí el suyo a Pedro, un bonito Rolex que me prestó no sin cierto temor a que se me cayera, una vez mas, me pareció.

Compruebo el caudal: ¡un chorrito miserable! De agua cristalina, pero miserable.

Hay un largo camino desde el pozo hasta el deposito, pero volvi al pozo a ver, o mejor dicho a oir el pozo.

Lamentablemente, los pozos no hablan así que no me dijo nada…En realidad queria oir si la tuberia estaba perforada y ese fuera el motivo por el que el caudal era tan mísero.

Nada. Lo único raro y anómalo fue que había un nido de ratas en la pequeña caseta que debía proteger el pozo. Los albañiles habían dejado un hueco del tamaño de una naranja para la salida y entrada de tubos, y por lo tanto, de la rata mamá

Pedro no quería hacer análisis de agua, y pese a ser normalmente muy racional, insistía en que mirara un análisis de hacía unos 19 años, hecho al pozo viejo.

Yo tenía algunas hipótesis, pero él estaba seguro de que el problema era de la bomba.

Como siempre en éstos casos, lo mejor es resolver el problema primero y despues veremos quien paga la factura.

Quedamos para el día siguiente, para sacar la bomba.

Enseguida notamos algo raro: la cuerda empezaba a colorearse de naranja. La bomba estaba cubierta de un fango gelatinoso color naranja.

La pista era clara, le di mi opinión al cliente y nos llevamos la bomba al taller.

Cuando la desarmamos, tal cual era de esperar, los impulsores estaban llenos del mismo fango gelatinoso.

La limpiamos a fondo y la desinfectamos con lejía. Le mandamos a Pedro las fotos de su bomba desarmada y, según nos dijo otro día se quedó perplejo: ¿Cómo podia ser?

Al día siguiente, tras gastar un par de bidones de lejia dentro del pozo y cambiar cuerda y tubería, instalamos la bomba de nuevo.

Pedro no salía de su asombro: ¿lejia?

La bomba trabajaba bien. No tenía un caudal espectacular, porque eso solo sirve para impresionar al cliente, pero daba exactamente la cantidad de agua necesaria mas un margen de seguridad para que, en caso de avería, se pudiera recuperar el tanque de hormigón de la finca en un par de dias.

Y eso fue lo que pasó, se recuperó el depósito en un par de dias. Pedro me mandó reportes de la situación mas o menos durante una semana.

Algunos dias el depósito tenía mas o menos agua pero siempre habia agua.

Le parecía casi magico que la lejia tuviera algo que ver. Pese a explicarle que eran bacterias del hierro, que pueden proliferar rapidamente y bloquear la bomba, no me creía del todo. Le dejé instrucciones escritas para el uso del cloro en pozos, extraídas de una fuente seria, para reforzar su “ fé en el misterioso tratamiento”. Le regalé un kit para comprobar el nivel de cloro, pero esta vez le cobramos el trabajo, que pagó inmediatamente y con una sonrisa.

Muchos meses después volvimos a vernos y estaba mucho mas relajado. Hoy sigue controlando los caudales y presiones de su pozo y gastando algunos pocos Euros en algo de lejía.

Ya casi es primavera, seguro que en estos dias llama, para que hagamos una revisión, como todas las primaveras.

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