Finaliza la campaña de vendimia en la mayoría de las regiones españolas y llega la hora de hacer balance definitivo de una más que acuciante necesidad de nuestros viticultores, marcada por los bajos precios de la uva que se dieron en campañas pasadas.
Las primeras estimaciones apuntan a que la cosecha actual se ha mantenido en los mismo niveles de producción de años anteriores, pero con un notable ascenso en cuanto a recolección de uva de calidad, lo que se debe, por una parte, a la ausencia de enfermedades, y por otra, a la clara apuesta de los agricultores en potenciar otras variedades que conjugan una mayor resistencia a las plagas con la reestructuración de la plantación de viñedo.
La diversidad de nuestros ecosistemas regionales, las fuertes oscilaciones climáticas, así como la abundancia de variedades, técnicas de cultivo y tipos de vinos, impiden puntualizar de forma general el momento y forma de vendimia, no obstante, cada vez se generaliza más la vendimia varietal, que consiste en iniciar la recolección en el momento optimo de cada una de las distintas varietales de que disponga el viticultor. Para ello, el enólogo deberá ser la pieza clave en la elección de acuerdo con los medios de que disponga en viña y bodega, además de las expectativas marcadas para la elaboración.
Dificultoso puede parecer también el que las bodegas compradoras de uva, preocupadas por el precio de la competencia o del vino a transformar, sigan normas ortodoxas para lograr un máximo de calidad, pero no debemos olvidar que los consumidores del mercado alimentario demandan, cada vez más, vinos de calidad con una tendencia clara hacia varietales muy concretas.
Las nuevas bodegas que están surgiendo y otras que se reciclan, dirigidas por expertos en marketing encargados de la buena comercialización, dejan atrás a las obsoletas cooperativas y deciden tanto en los precios del mercado como en la elaboración y la calidad del vino.
La modernización del sector, que tiene su principal escollo en su gran dimensión territorial, debe basarse en criterios de homogeneidad varietal para hacer frente a las cada vez más importantes demandas de mercado exterior. Todo ello unido a la gran revolución tecnológica, necesaria para conseguir adecuarse a las necesidades actuales del mercado, con inversiones multimillonarias en la modernización de las instalaciones de elaboración, embotellado y almacenamiento, amén de sustanciales mejoras en las prácticas enológicas y una gran dosis de ingenio a la hora de hacer atractivo el producto, con envases, etiquetas y corchos de calidad, manteniendo el dicho de que la etiqueta vende mucho más que el enólogo.