El análisis de Greenpeace sobre la capacidad de los ecosistemas forestales españoles para actuar como sumideros de CO2, concluye que esta capacidad se ve seriamente limitada por los incendios forestales, la desertización del suelo y las condiciones climáticas mediterráneas.
«La necesaria conservación de los bosques no debería emplearse como excusa para eludir la obligación de reducir las fuentes de emisión de CO2, que son la quema de combustibles fósiles en centrales térmicas y transporte» ha declarado Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de Bosques de Greenpeace. «Sería un grave error hacer descansar la estrategia frente al cambio climático en las masas forestales, lo que iría en contradicción de la propia Estrategia Forestal Española.»
Según datos de la dirección General de Conservación de la Naturaleza, en el período 1990-2000 ardieron en España 700.000 hectáreas de superficie arbolada aproximadamente. Si consideramos únicamente la superficie arbolada (dejando de contabilizar el matorral, el pasto y los cultivos quemados), y teniendo en cuenta que según varios estudios los bosques acumulan entre 100 y 200 toneladas de CO2 por hectárea, tendríamos que los incendios forestales de la pasada década podrían haber emitido a la atmósfera unos 70 millones de toneladas de CO2.
Una gran parte de loa superficie incendiada no ha sido reforestada ni ha existido regeneración natural, por lo que con la degradación de estos ecosistemas forestales hemos perdido la oportunidad de fijar anualmente 2 toneladas de CO2 por hectárea (cantidad media que se considera fijan los bosques en nuestra latitud), disminuyendo así la capacidad de actuar como sumidero de carbono.
Por lo tanto, el CO2 absorbido por los bosques habría que descontar el emitido en los incendios, que en pocos días pueden liberar el CO2 acumulado durante años. Además, se añade el efecto del CO2 que se deja de absorber una vez quemado el bosque.
Se ha señalado al suelo forestal como sumidero de CO2, pero es precisamente nuestro país el que encabeza el ranking europeo del país más afectado por la desertización. Según datos de Ministerio de Medio Ambiente, la pérdida media de suelo por hectárea es de 17 toneladas anuales, estando el 18% del suelo español convertido en algo parecido al desierto y un 42% más sufre problemas erosivos graves.
Los bosques, que serán una de las principales víctimas del cambio climático (entre otras razones, por su mayor vulnerabilidad a los incendios forestales), se verían perjudicados si se utilizan las masas vegetales como sumideros, ya que se podría crear un incentivo para la sustitución de bosques maduros por plantaciones de especies de crecimiento rápido, además de que esta estrategia reduciría la eficacia de la lucha contra el cambio climático.
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