Tiempo atrás, un periodista británico escribió un atrayente artículo sobre el comportamiento de las personas que compran en los supermercados. Una de las historias era la de Sophie, una clásica empleada -ama de casa- que sale corriendo de su oficina, va al local comercial y dispone de un tiempo escaso para volver a su hogar y preparar la comida cotidiana. Frente a las góndolas tiene la opción de comparar marcas, calidades, precios y leer las etiquetas de los productos que va introduciendo en su carrito. Ese día preparará pollo, pero no cualquiera. Eligió el ave de la firma que le asegura que «»fue criado, faenado, transportado, almacenado y protegido en la cadena de frío dentro de parámetros que considera fundamentales para la salud de su familia»». El mismo criterio emplea para seleccionar las frutas, hortalizas, carnes, todos sus alimentos. El ejemplo demuestra que trazabilidad, buenas prácticas agrícolas, certificaciones de origen, normas de calidad total, producción orgánica, producción integrada, etc. son indicadores que un creciente número de personas tiene presente cuando adquiere sus víveres. Las razones ocupan una extensa franja, pero esencialmente hay que buscarlas en los cambios socioeconómicos globales, los nuevos hábitos alimentarios y los temores a crisis como la generada en la última década del 1900 por el mal de la vaca loca. Frente de esa nueva conducta de los consumidores del Primer Mundo, Mendoza tiene un notable porvenir si impulsa los conceptos de producción más limpia y ecoeficiencia industrial. Posee todo: suelo, clima, agua, recursos humanos y científicos. Geográficamente está en el centro del corredor bioceánico con acceso a los puertos de Buenos Aires y Chile y juega un papel estratégico en el Mercosur. Los caminos que debemos recorrer… La iniciativa de producción más limpia y ecoeficiencia industrial para ganar los exigentes mercado de los consumidores de alimentos del Primer Mundo, se afirma en un convenio que la Federación Económica de Mendoza celebró el 14 de enero de 2003 con el Banco Interamericano de Desarrollo. Las estrategias se direccionan en tres niveles: 1 Las empresas deben optimizar el empleo de las materias primas, insumos, energía y sus recursos humanos para implementar las innovaciones tecnológicas que permitan el mejoramiento de sus procesos y productos, reduciendo la descarga de desechos en especial los peligrosos, favoreciendo el incremento de la productividad y competitividad agrícola e industrial. En resumen, es trabajar para minimizar costos. 2 Promueve la implementación de una producción más limpia en la industria y las técnicas de producción integrada y orgánica en el sector primario -frutivitihortícola-, apuntando específicamente a la reducción de costos y a la garantía de procesos y calidad de productos para su certificación, lo que redundará en una mejora de la competitividad. 3 Su ejecución se basa en dos herramientas: capacitación y asistencia técnica. Si se logra fortalecer la concepción de que «»Mendoza produce limpio»» y puede certificar calidad Eurep-gap, producción integrada u orgánica, ISO 14000, etc., el futuro es alentador porque se incrementará la demanda de nuestra canasta de productos del campo, crecerán las exportaciones y traccionará el turismo receptivo. El comercio también se vería reflejado en los beneficios como un derivado del turismo. Conclusión. Una Mendoza que produce limpio y demuestra que posee ecoeficiencia industrial, es un buen negocio con un excepcional futuro. Mendoza. Tierra bendecida en dones ¿Cuáles son nuestras fortalezas para producir limpio? Un clima favorable para las actividades agropecuarias tradicionales como la fruticultura, viticultura, horticultura, las plantas aromáticas y medicinales… más una baja incidencia de plagas y enfermedades, lo que permite aplicar sistemas sustentables basados en la producción integrada y/u orgánica. El clima próspero, no tan sólo es beneficioso para los ámbitos industriales-productivos, sino también propicio para el «»ecoturismo»», que se basa en la naturaleza, la participación en actividades del espacio rural e incluye la educación y la interpretación medioambiental. El futuro es promisorio El 17% de empresas del sector industrial y de servicios, al igual que las de bebidas sin alcohol, avícola, informática, petróleo y distribución de energía ya han implementado un sistema de gestión ambiental. Queda el 73% y de ese valor el 50% tiene planificado instrumentarlo, lo que demuestra el interés por adaptarse a esta nueva tendencia mundial. Mendoza, es una tierra bendecida en dones, tiene grandes fortalezas y un enorme potencial agroindustrial. Producción más limpia y ecoeficiencia industrial son las senda que hoy nos conducen a los exigentes consumidores del nuevo mundo globalizado.