Las propuestas de reforma de la Política Agraria Común (PAC), planteadas por la Comisión Europea el pasado mes de julio, han abierto un amplio debate a todos los niveles, que afectan tanto al futuro de los instrumentos políticos y financieros de la Unión Europea en relación con la agricultura, como al propio futuro individual y colectivo de 16 millones de agricultores y ganaderos europeos, incluidos los 7 millones de la actual UE y los 9 millones de los países candidatos a la integración, cuya supervivencia depende de manera directa del marco de apoyos de la PAC.
Las propuestas de cambio en profundidad –de verdadera ruptura frente al consenso que ha rodeado a la evolución de la PAC desde su creación hace más de 40 años– suponen, en primera instancia, un salto muy cualitativo respecto a los sucesivas reformas aplicadas durante los últimos 15 años, que comenzaron con un control de los excedentes y se fueron concretando después con un recorte de los mecanismos de intervención y un progresivo ajuste presupuestario.
Todo ello, con una tendencia creciente a desvincular las ayudas de la producción para ligarlas a los productores, junto a una adecuación –al menos teórica– al nuevo orden del comercio mundial y la presencia cada vez mayor de cofinanciación nacional en los instrumentos comunes de la PAC.
Una serie de cambios que, salvo el supuesto control presupuestario, no han conseguido ninguno de sus fines primordiales, porque no se ha corregido el desequilibrio entre perceptores y volumen de ayudas –el 20% de los agricultores sigue recibiendo el 80% de las ayudas– y no se ha alcanzado el objetivo de la cohesión territorial y social en el conjunto de la UE.
Ahora, con las propuestas de la Comisión, no se trata ya sólo de avanzar un paso más en la dirección de los últimos años, sino de provocar una especie de catarsis, una “explosión” supuestamente controlada, con la que la Comisión Europea parece pretender la cuadratura del círculo.
La evolución de la PAC en los últimos años ha conseguido provocar un consenso generalizado sobre la necesidad de cambios, pero no en el sentido en que pretende ahora la Comisión. Reforma, sí; pero no así. Y, de hecho, la Comisión está encontrando un amplio frente de rechazo a sus planteamientos, que incluye a las organizaciones representativas de los agricultores y ganaderos en todos los países europeos, y a buena parte de las instituciones: Gobiernos de varios Estados miembros, administraciones regionales, etc.
Para argumentar su propuesta actual de reforma, la Comisión hace un análisis de la situación y marca unos objetivos genéricos con los que casi todo el mundo está de acuerdo. Pero la coincidencia se quiebra en cuanto se plantean alternativas concretas, porque la Comisión habla de modulación cuando no propone realmente modular las ayudas, habla de desacoplar las ayudas con un riesgo evidente de fomentar el abandono de la agricultura y el despoblamiento rural, y habla de desarrollo rural y multifuncionalidad sin contemplar la verdadera función social de los hombres y mujeres que trabajan en el campo.
En torno a estos conceptos se está desarrollando el debate sobre el futuro de la PAC y por ello es determinante que las organizaciones más representativas de la agricultura europea se posicionen con rapidez, apoyadas en alternativas concretas, firmes y viables, que puedan ser asumidas y defendidas por los Gobiernos en los Consejos de Ministros; porque no hay que olvidar nunca que la Comisión propone y los Estados disponen, y que el verdadero debate decisivo se lleva a cabo en las reuniones de los Ministros de Agricultura.
Como una contribución desde la agricultura familiar española a este debate, la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) ha analizado en profundidad las propuestas de la Comisión y elaborado una alternativa propia para el futuro de la PAC, que durante los próximos meses vamos a defender ante el Gobierno español, las Comunidades Autónomas, las organizaciones sociales –sindicatos, asociaciones de consumidores, organizaciones ecologistas, etc…– y el conjunto de la sociedad española.