La provincia de Huelva ha transformado (y sigue) gran parte de su agricultura en un sector de producción eminentemente frutícola.
Sin lugar a duda, el clima del que goza esta zona de la península es un factor clave para el cultivo de frutales. La unión de la influencia del Mediterráneo y del Atlántico conforman un clima de temperaturas suaves típicamente mediterráneo, pero más generoso en cuanto a precipitaciones. También los suelos arenosos existentes por la costa son muy apreciados para la obtención de cosechas tempranas, como es el caso del cultivo de la fresa.
Hace aproximadamente dos décadas, el cultivo de la fresa se extendió por gran parte de la zona interior de la costa, generando en muchos pueblos una importante riqueza y numerosos puestos de trabajos sobre todo en la época de recolección. También están aumentando los cultivos de otros frutales como melocotoneros y nectarinos, pero sobre todo el número de hectáreas de naranjos está creciendo a un ritmo de vértigo.
Retomando el tema de las fresas, la campaña de este año no ha sido ni mucho menos beneficiosa. Se estiman hasta el momento unas pérdidas de 25.000 millones de pesetas y los agricultores han tenido que destruir 6.000 toneladas de fruta para evitar la caída de precios.
Estas pérdidas se achacan a las excesivas precipitaciones registradas este invierno, aunque también culpan a las elevadas temperaturas de estas últimas semanas que han aumentado la producción de fresas muy por encima de lo esperado.
Indudablemente, el tiempo puede ser el mejor o el peor aliado del agricultor. Pero, a juicio mío, la actual crisis del sector fresero de Huelva se podría haber, cuanto menos, reducido si el número de hectáreas dedicadas a este cultivo no hubiera crecido tanto en los dos últimos años.
En este punto entra en juego el «buen ojo» del agricultor para saber aprovechar el mejor momento, como los que empezaron hace diez o veinte años a sustituir la vid por la fresa.
Pero la intuición o la experiencia no son suficientes. Estudios de mercado, planificación, campañas de información, etc. es la inversión «activa» que el Gobierno o las Autoridades competentes en cada caso deberían realizar, en vez de emplear esa misma suma en ayudas «pasivas» para paliar la crisis.
Jesús Ferrer Pastor