El sector ganadero está sufriendo un duro golpe este año con la enfermedad de vacas locas y más recientemente con la fiebre aftosa.
Se ha desencadenado una epidemia sanitaria, económica y social. En este punto, bajo mi inexperta opinión política, el gobierno debería haber actuado con más coherencia y profesionalidad. Cierto es que a la gran mayoría de los consumidores nos sonaría a chino explicaciones estrictamente científicas sobre los priones, etc., pero qué duda cabe de que tampoco es adecuado que una señora ministra hable de la receta del caldo de puchero como en un vecindario, y a estas alturas no hace falta ningún estudio social para saber como se difunden las noticias en un vecindario.
No sabemos qué consecuencias traerá esta enfermedad a la larga. Quizás en España el problema no adquiera la magnitud que en la Islas Británicas, pero ¿cuántos cientos de niños fuimos a Inglaterra o Irlanda por la década de los 80? Y evidentemente no íbamos a McDonalds a comer solomillo de ternera. Debería ir a Zaragoza a hacerme los análisis de la Eeb para saber si me volviendo estoy loca (es que el otro día pequé un traspiés…) y si dieran positivo, a lo peor me sacrificarían por si nos volvemos caníbales, a este paso, quién sabe.
Bromas aparte, y para calmar mis propias dudas y miedos, pienso que deberíamos echar el freno a esta era de producción desmesurada que estamos viviendo y cuyo control a veces se nos escapa de las manos, como hemos tenido la desgracia de comprobar.
¿Es cierto que no hay alimentos suficientes para alimentar a la población mundial? Si tiramos toneladas de alimentos que sobran, si se dan subvenciones para tirar cosechas o los mismos agricultores lo hacen de motu propio, para que los precios del mercado no bajen. Pero siguen diciendo que no, que Maltus tenía razón y que no habrá alimentos suficientes para una población que crece y crece (debería haber dicho que habrá intereses suficientes para producir alimentos de sobra y no alimentar a la población). Pues nada, transgénicos, vacas locas, anabolizantes, ¡qué nos morimos de hambre! Lo desgraciadamente cierto es que hay zonas del mundo en las que la población se muere de hambre, pero no creo que sea por escasez de alimentos…
Por Miriam Ruiz Álvarez